Almendra no era una gatita común. Su pelaje, blanco con manchas negras y grises, parecía una obra de arte en movimiento. Pero lo que más la distinguía era su insólita habilidad de quedarse dormida en los lugares más inesperados.
Una tarde, en la casa donde vivía, Almendra decidió explorar la cocina. Subió a la mesa y, entre el aroma del pan recién horneado, bostezó y... ¡plaf! Se quedó dormida junto a la canasta de frutas.

Otro día, en el jardín, mientras observaba a un pájaro posarse sobre una rama, sintió el sol calentándole la espalda. "Un momentito de descanso no hace daño", pensó. Y ahí, sobre la maceta de albahaca, Almendra cayó en los brazos de Morfeo.
Pero su mayor hazaña ocurrió en la biblioteca. Se había colado en la casa de la vecina, una anciana amable que disfrutaba de la lectura. Fascinada por los estantes llenos de libros, Almendra trepó hasta el más alto... y se acomodó sobre un diccionario antiguo. Cuando la anciana la encontró, sonrió y dijo:
—Pequeña viajera del sueño, hoy descansaste sobre el conocimiento del mundo.
Desde entonces, Almendra se convirtió en leyenda entre sus amigos felinos. ¿Dónde dormiría mañana? ¿Sobre un piano? ¿Encima de un sombrero? Nadie lo sabía, pero lo cierto era que su sueño errante tenía el poder de convertir cualquier rincón en un reino de tranquilidad.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.