En un jardín radiante
con una fresca fuente
un maravilloso torrente
con cristales y diamantes.
Contemplo al instante
un racimo de flores
sin saber que mis amores
con aromas de canela
brillante a la luz de las velas
era María Dolores.

Allí estaba ella, con honores,
destacando en belleza,
su impresionante grandeza,
la más hermosa entre las flores.
Mi hermosísima María Dolores
destacaba en hermosura,
transmitiendo su dulzura
con tanto esplendor,
que me ha robado el amor,
que me da tanta ternura.

Incapaz de soportar mi locura,
ahora me atrevo a decir
que por ella debo morir
si no recibo su dulzura.
Tan incomparable su hermosura
que adorna la naturaleza
nadie la iguala en belleza
tan dulce e incomparable
me siento tan insoportable
al no controlar su delicadeza.

Puedo decir con certeza
y con gran seguridad,
que tal es la felicidad
que adorna mi cabeza,
por su infinita belleza
con sentimiento profundo
que no hay otro hombre en el mundo
con quien me pueda comparar
si no tuviera nada más que amar
entonces sería un moribundo.

No soy un letrado
y apenas soy un poeta
un amante, sí, de las siluetas
en un mundo olvidado.
Así que sigo enamorado
de la dulce María Dolores
y ella es la más hermosa de las flores
en un acabado tan perfecto
y siendo un hombre recto
me despido con honores.

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